jueves, 3 de junio de 2010

Los guardianes entre el centeno



Si de verdad le interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia….




Así comienza uno de mis libros favoritos. Recuerdo que era una aburrida mañana de invierno, acompañados por una lluvia tímida. Entre nubes de nicotina esperábamos en un patio del instituto de A Gándara en Vimianzo, el inicio de una clase de Literatura.

Allí una profesora que nos caía horrorosamente mal, y a la que tampoco les generábamos muchas simpatías, nos ofreció una lectura obligada. Una de esas lecturas que más que fomentar la afición, matan las ganas de los futuros adeptos. Hacen que los libros se conviertan en pequeñas cárceles.

Teníamos 15 o 16 años. Yo ya tenía el vicio de la lectura desde los 12 años, pero de todas maneras aquel libro lo leímos todos de un tirón. Era “El Guardián entre el centeno” de un tal J.D. Salinger. Su protagonisa Holden Caulfield, “ese hombre joven furioso”, con su carácter controvertido, nos sorprendió.

No nos esperábamos tanto vitalismo desde las letras negras de aquel libro de bolsillo, con olor a Chesterfield y al café con leche del amanecer. El estilo directo en temas como la sexualidad, o la rebeldía adolescente que trasmitía hizo que un grupo de jóvenes nos convirtiéramos durante unos días en guardianes entre el centeno.

Tres veces leí el libro, y luego profundicé por los senderos de Salinger, nada prolífico y con una personalidad bastante antisocial. El libro fue escrito en 1951. Y quiero aconsejar a quién lea esto, que si le apetece se adentre en las páginas de esta hermosa historia. Estoy convencido de que no se arrepentirá.

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