El Casón llega a nuestras vidas
La improvisación de la clase política dirigente y las informaciones contradictorias, junto a las explosiones en el barco embarrancado en la costa de Fisterra, metieron el miedo en el cuerpo a los habitantes de la zona, y se provocó un éxodo masivo de ciudadanos que se jugaron sus vidas en la carretera, presos de la histeria colectiva. Esta historia comenzó un 5 de diciembre de 1987. Hace 25 años.
Pasaba cerca de nuestras costas un buque con bandera panameña llamado “Casón”. Nadie podría adivinar que este nombre quedaría en la memoria colectiva de la zona. Sobre las seis de la madrugada de ese sábado, el barco sufre un corrimiento de su carga motivado por el temporal reinante y se encienden las luces de alarma. Se activa el rescate y los remolcadores dicen que no pueden evitar su embarrancamiento en la punta do Castelo. Las investigaciones acaban diciendo que no hicieron todo lo posible. Que el Remolcanosa 5 lo dejó varar en la costa. La negativa del armador a hacer frente a los costes del rescate pudo motivar esta decisión.
Marineros chinos muertos
Pronto comenzaría el recuento de víctimas. De los 31 tripulantes, solo ocho quedarían vivos. Algunos mostraban síntomas evidentes de desnucamiento. Eran chinos del interior y saltaron desde el barco sin adoptar las medidas comunes en estos casos. Mano de obra barata y no profesionales del mar. Tampoco conocían el contenido de la carga. La mercancía “es una bomba” según publicaba dos días después el periódico “El País”, aludiendo a fuentes de la administración. Una de las sustancias era el sodio metálico, que en contacto con el agua reaccionaba mediante explosiones. Y si algo había en el entorno del “Casón” era precisamente el líquido elemento. Los centenares de bidones contenían 12.480 quilos de sodio, además de anilinas, cresoles, trióxido de fósforo, etilenos, etc...
Las primeras informaciones de la Comandancia de Marina de A Coruña son mínimas y se difuminan entre muchas cifras y excasas conclusiones. El martes, 8 se activa la comisión de expertos para descargar la mercancía peligrosa del Casón. Se estudia una posible evacuación, mientras los vecinos de Fisterra y comarca empiezan a ponerse nerviosos al no recibir aclaraciones. Todo está controlado según el gobernador civil, Andrés Moreno. Al mismo tiempo una sensación de inseguridad planeaba por la comarca. La flota se amarra en protesta, las clases se suspenden, se promueve una manifestación y cientos de personas deciden escapar de la zona. Se descargan 255 bidones y se dice que los materiales más peligrosos están lejos del barco y del mar. El sector marítimo planta sus actividades y protesta por la falta de información..Pero el miércoles llegan las explosiones.
Confusión, mentiras y crónicas periodísticas
El Director general de la Marina Mercante, José Antonio Madiedo lanzaba alguna de sus perlas, quitando hierro al asunto y hablando de algo previsible. Se inicia el éxodo en la noche del jueves 10 de diciembre. Vecinos de Fisterra, Cee, Corcubión, Dumbría, Camariñas o Muxía que protagonizan situaciones desesperantes. Personas amontonadas en vehículos de transporte de pescado, en tractores, taxis e incluso caminando. Algunos temen no volver a ver su terruño. Niños y ancianos.A las 23,15h del jueves 10 de diciembre, el delegado del Gobierno en Galicia, el difunto Domingo García Sabell pronuncia unas palabras que quedarán para la historia:
“Vaise a evacuar Fisterra. Houbo varias explosións a bordo e os servicios de saúde da Xunta detectaron unha nube, que non sabemos se é tóxica ou que grado de toxicidade ten, pero a prudencia aconsella ordenar a evacuación”.
Sabell aseguraba que la orden procedía del gobernador civil, Andrés Moreno “que está no epicentro do problema”.El vicepresidente de la Xunta, (también finado) Xosé Enrique Rodríguez Peña reconocía la existencia de una nube “tóxica”. Hubo momentos de tensión, donde se dice que el presidente de la Xunta, Fernando González Laxe llegó a discutir con el presidente del gobierno, Felipe González.
Desde Camariñas, el locutor de la Radio Galega, Marcial Mouzo Vidal hablaba de la presencia “dun olor bastante forte e se notan picores na gorxa e no narís”. Hubo más gente que afirmó haber respirado olores raros, otros opinan que fue fruto de la desesperación de esas horas. Otros locutores, como el caso de José María García, hablaban de niños con sus caras cubiertas de llagas, por culpa del humo tóxico. Ciertamente, también hubo tiempo para el amarillismo y la exageración periodística.García Sabell ordenó fletar cientos de autobuses. Más tarde difundía “unha moi boa noticia”; la falta de toxicidad de las nubes formadas en las explosiones del Casón.
LA ADMINISTRACIÓN SOCIALISTA OFRECIÓ UN ESPECTÁCULO DE CONTRADICCIONES
Las autoridades representaban un esperpento que jamás sacarán muchos paisanos de su memoria .Una de las personas que más contribuyó al despropósito reinante fue precisamente, el gobernador civil Andrés Moreno Aguilar. Tres horas después de la orden de evacuación, hablaba de “situación de desesperación”, de un éxodo “injustificado”, reconociendo suavemente los fallos de los dirigentes porque “ha habido informaciones contradictorias”.
Habían provocado una situación de espanto generalizado, y los culpables parecían ser los sufridos ciudadanos. Según el gobierno fueron unos seis mil los evacuados a los centros habilitados en A Coruña, Santiago y Noya, aunque la cifra pudo haber sido mucho mayor y los medios informativos en aquellas fechas hablan de más 12.000 habitantes evacuados. La noche del viernes, se iniciaría el retorno de muchas personas, que injustamente habrían recibido críticas de haber actuado víctimas del alarmismo sin razones firmes. Una vez más, la clase política disculpaba sus fallos arrojando palabras de hierro sobre los pobladores de una comarcar castigada por distintos males.
El diario de navegación del buque desapareció misteriosamente. El capitán de la Marina Mercante, José Antonio Madiedo aseguraba que no sabía el paradero del citado registro. Para rizar el rizo, el gobierno recurre a unos expertos holandeses del Smit Tak, que a pesar de costar ocho millones de pesetas diarios, no conseguían tranquilizar a la población. “Este non é un caso, é un Casón” bramaba el alcalde de Corcubión, Rafael Mouzo Lago, que fue uno de los políticos que más criticaron la labor pésima de la administración. Desde la banda izquierda del periodismo “El País” calificaba la gestión de los gobiernos autonómico y central (ambos del PSOE) de “espectáculo bufo” que provocó la “huída precipitada” de miles de personas. Achacaban secretismo e ineptitud de los gobiernos presididos por González Laxe y Felipe González respectivamente. Otros columnistas como Federico Jiménez Losantos ridiculizaba a Andrés Moreno, y pedía su dimisión. En las páginas del mismo diario, (nos referimos al ABC), Jaime Campmany ponía el grito en el cielo por la patética actuación de las personas en teoría competentes, que demostraron una magna incompetencia repartiendo en las emisoras de radio grandes dosis de desinformaciones.
Una historia de película
Aunque los días negros se vivieron en estas fechas de diciembre, las gentes de la Costa da Morte tenían el miedo calado en los huesos, y la existencia de bidones tóxicos en el interior aún les quitó alguna hora de sueño. Las tareas de rescate de la compleja materia que habitaba el buque maldito, aún se prolongaron durante un par de meses. Y hubo además debates sobre los posibles efectos nocivos para la salud, y hipotéticas repercusiones en la población costera. Algo negado tajantemente por las autoridades sanitarias. La polémica llegó al Congreso. El informe de la comisión de investigación tampoco dio para mucho. Eso sí determinaba que se había mentido y que los García Sabell, Madiedo, o Moreno Aguilar tuvieron una actitud arrogante y de incapacidad total.
Hasta desde la Asociación española de titulados naútico pesqueros desconfiaban de la capacidad del sr. Madiedo.
Los bidones acabarían en Holanda, no sin polémica, y los restos del Casón yacen en las aguas fisterranas. Con la perspectiva que da el tiempo, un Capitán de la Marina Mercante, J. Zamora Terrés escribía un artículo en el que criticaba las conclusiones de la comisión de investigación. Incide en la negligencia de la administración, pero lamenta que al generalizar no se repartieron responsabilidades, no se señaló a los incompetentes con nombres y apellidos. No todos tenían al mismo grado de culpabilidad, pero poniendo a todos en un pack al mismo tiempo todos acababan protegidos. Y sostiene varias interrogantes. El proceso de embarrancamiento en O Castelo, o las órdenes contradictorias entre Xunta y Estado.
“El buque, transcurrido más de un año de la catástrofe, permanece varado en el mismo sitio, sordo y callado, ante la desgracia de los hombres”, aseguraba este experto en marzo de 1988. A finales de 2012 muchas preguntas todavía quedan en el aire. La pésima gestión de las autoridades duerme en las hemerotecas. Su ancla saluda a los viajeros que se acercan al fin del mundo como un deseo que esto no vuelva a ocurrir, aunque por desgracia la Costa da Morte padecería una catástrofe medio ambiental. Otro barco maldito, el Prestige. Pero de este suceso hablaremos en otro momento.
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